domingo, 27 de mayo de 2012

Leocenis García: Los que dirigen la campaña de Capriles no están a la altura


ND.- Leocenis García aseguró este domingo, en una “Carta abierta a los estúpidos”, que quienes asumieron la responsabilidad de la conducción estratégica de la candidatura de Capriles “no parecen estar a la altura”. Se refiere en particular al jefe del Comando Venezuela, Armando Briquet, a quien responsabiliza de actuar “como un sultán dotado del privilegio de decir quién habla y quién no”.

En la carta, que aparece publicada en su columna “Leocenis Habla Calro”en 6to Poder, dice que la respuesta de Briquet a Rafael Poelo demuestra que “ese Comando Venezuela ha sido puesto al servicio de los egos y la soberbia”.

Califica de “sectaria” a la campaña de Capriles y advierte que “si no se corrige nos hará perder la última oportunidad de salir de este gobierno que preside Hugo Chávez”.

Lea la carta completa a continuación:

Súbitamente, en los últimos días, he recibido varias llamadas invitándome a participar en reuniones de gente que viene en nombre del candidato Capriles, lo cual he rechazado. Aunque lo sospecho, no sé a qué ni a quién se debe la súbita y para mí sorpresiva insistencia en invitarme a unas reuniones de las cuales se me ha excluido por meses. Pero sí sé por qué y por quién he estado vetado en ese comando. Por eso he rechazado las invitaciones que se me han hecho. Si no saben lo uno o lo otro, se los voy a decir.

Una mañana antes de las elecciones primarias, cuando entraba a 6to Poder me tropecé con el periodista Federico Olioso, quien estaba acompañado del director de este semanario Jesús Linares. Me dijeron que Armando Briquet, este muchachito que es una suerte de boa que emboba a Capriles, estaba disgustado y había suspendido tanto su visita como la de Capriles al periódico por una información que había salido. Esa información era una reunión de Capriles con un empresario ligado a Arias Cárdenas en Zulia.

Llamé a Briquet. Yo estaba indignado, pues me parecía una gafedad el asunto. Lo expresé a Briquet, no tanto por la incomodidad que ello me había causado, sino por la monumental torpeza que semejante estupidez hacía evidente. Era el preludio de lo que venía, y de lo que está pasando, como la estúpida respuesta que dio a las críticas de Rafael Poleo.

Lo que Briquet respondió me alarmó. No tanto porque prácticamente me ordenó abstenerme de expresar lo que le estaba diciendo, sino por algo mucho más serio. La operación táctica de comportarse como fascistas, que sin llegar al poder ya se creían una suerte de elegidos de la providencia. Era el marco dentro del cual ellos habían “decretado”, unilateralmente y por su cuenta y riesgo, comportarse con los medios incómodos de la misma forma que el régimen del señor Chávez hace con sus adversarios.

Para desgracia de Briquet, una vez colgué el teléfono llamó el empresario zuliano para confirmar la reunión con Capriles, pedir que no lo nombraran y aclarar -como hicimos- que aunque él era compadre de Arias Cárdenas, este no estuvo en la reunión. Me quedé quieto. Pensé que la actitud de Armando Briquet hasta ese momento era una opción apañada por unos muchachitos malcriados, pero que no era curso de acción decidido por quien podría hacerlo: Capriles. Por el contrario, esa discusión conmigo era un asunto que tenía muchas reservas y fuertes oposiciones, entre ellas la mía, que coincidía con la totalidad de decenas de analistas que hoy critican el sectarismo y la prepotencia de ese comando.

Tal como lo soltó un alto dirigente en una reunión después del articulo de Poleo, “no es solo Poleo, es Leocenis, Milagros Socorro, Carlos Blanco y muchos comunicadores de peso que están haciendo observaciones muy serias”. Todos los partidos dieron la razón. Ledezma, que es un hombre serio, también estuvo muy activo en esa materia.

La repuesta de Briquet a Poleo hizo evidente que ese Comando Venezuela ha sido puesto al servicio de los egos y la soberbia, que en este momento son -en el mejor de los casos- un salto en el vacío, lleno de interrogantes sin respuestas claras. Su única esperanza es que el bluff que están jugando resulte cierto y en verdad estén echándole plomo a todo el que los critique, en capacidad de “limpiarse el rabo con los periódicos”, como dice Semtei, y provocando actos de descrédito contra los partidos tradicionales, creando una fuerza con una suerte de nueva élite puritana sin pasado, capaz de ponerse a sus órdenes para salvar al país.

Y eso mismo es para mí una gigantesca interrogante por el desconocimiento que tengo de las convicciones democráticas de esos salvadores de la patria. Muchos de ellos gente muy honorable, pero que son opositores desde hace un año como Henry Falcón, Villegas, etc. La respuesta histérica de Briquet, conmigo en su momento y ahora con Poleo, me alarmó. Reveló una exagerada y muy errada convicción en que el poder (de ser candidato) está en capacidad de hacer cosas que no puede ni debe hacer.

Lo que va a seguir a esto nadie querrá recordarlo. Yo me niego a que los medios, para ser buenos, tengamos que poner de puertas abiertas nuestras páginas a respaldar a todo aquel que quiera venir a expresar su apoyo a las estupideces de una campaña sectaria, que si no se corrige nos hará perder la última oportunidad de salir de este gobierno que preside Hugo Chávez. Si decimos sí a todas las malcriadeces de Briquet y de estos muchachitos “falta de burdel político”, en definitiva debilitaremos a la oposición y consolidaremos al gobierno.

El hecho eminente es que quienes se abrogaron la responsabilidad de la conducción estratégica de la candidatura de Capriles no parecen estar a la altura de ella. Uno de ellos fue Armando Briquet, quien en estos días no actuó como un dirigente político sino como un sultán dotado del privilegio de decir quién habla y quién no. Y lo subyacente de todo ese lamentable episodio es que los hechos han demostrado cuán errados están.

Quiero pensar que este muchacho Henrique Capriles no está enterado de esto, y por eso sospecho que las invitaciones que ahora se me hacen con tanta insistencia pueden deberse a él. Pero ahí tienen las estupideces que se están cometiendo, como la de caerle a palos a todas las encuestadoras. No voy a caer en la sandez de decir que lo que ha sucedido me ha dado la razón. En esta tragedia, nadie tiene la exclusiva de la razón o la culpa. Pero lo que sí hay que entender es que no se pueden repetir los mismos errores del pasado, y a los generales que pidieron las batallas de ayer no se les debe permitir estar al mando para las batallas que vienen.

La única razón por la cual escribo esta carta es porque conozco la capacidad para mentir y engañar que tienen algunos en ese comando. Así que no tienen que invitarme a cónclaves, porque yo sostengo en privado lo que digo en público.

Así son las cosas.

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