Escuche al pueblo, Henrique. El camino no es lisonja, ni propaganda coplera
ORLANDO VIERA-BLANCO | EL UNIVERSAL
domingo 27 de mayo de 2012 12:00 AM
Cuando estrategas políticos como Ralph Murphine, Joe Napolitano o Dick Morris, evaluaron Latinoamérica, encontraron en el lenguaje populista, la panacea del poder. Desde ahí edificaron los clichés para una democracia portátil, por electorera. Jingles y slogans, colmaron los 70 y los 80. Pero el presente es otro. Ya no se disipa con gaitas, maquillajes ni poesías. Son tiempos de un liderazgo genuino, ese que se logra con autenticidad, no con oratoria.
En el 72 CAP ganó saltando charcos, con largas patillas y su lema ese hombre si camina... A Luis Herrera le buscaron su Carlota Flores y el slogan, dónde están los reales o es esto correcto. Lusinchi con un SI en el medio del apellido, ocultó sus vicios, y El Tigre Fernández no pudo -aun durmiendo en techos de cartón- con la oferta providencial del gocho para el 88. Realidades donde el poder se atrapaba con un bolero de Chelique Sarabia. Hoy la gente no come con música, sino con la máxima de "déjenme trabajar en paz".
Chávez debuta en el 92, con su por ahora. Decreta el triunfo de la antipolítica y la muerte del bipartidismo. Gana en el 98 con un guión escrito: un presidente depuesto, dos golpes y un Caracazo. No era necesario un producto político, sino un liquidador político. Y Chávez lo personificó... 14 años más tarde el costo del error ha sido alto. Entonces, ¿cómo superarlo? ¿Pareciéndose a él? ¿Silenciando sus excesos? ¿Vistiendo tricolor, guayabera y remoliendo el mismo verbo clientelar? Alex Castellanos -politólogo norteamericano- advertía que la diferencia entre el anglo y el latino, es que a aquél no le importa que se quieran parecer a él, mientras que el nuestro se mofa y condena a quien lo calca. Ese ha sido el drama -populacho- de Borges, Fernández o López... y también fue la simpleza -deleznable- del Conde, y su laboratorio de piedra.
El problema de Capriles es que no quiere ser Capriles, sino ser otro Chávez... Asume el populismo con una melodía que no le rima. Y el pueblo lo huele, lo resiente y lo rechaza, porque no le calza que le traten de ignorantes y de gamberros. ¡Denle misiones que te darán votos!, a contrapelo de lo que espetó un campesino Barinés: "¡Radonski yo dejé de ser chavero, porque lo quitao y regalao, no paga... denos crédito, tierra y seguridad, que nosotros ponemos lo demás!
Escuche al pueblo Henrique. El camino no es lisonja, ni propaganda coplera. En horas de absolutez, generar hombres libres, es vencer. Eso se hace siendo innovador, no emulador. El camino es hablarle claro al país y movilizarlo para cobrar. ¿Y el CNE? No repita historietas entre jingles y chequeras. Si de lo que va es de misiones petro-asistenciales, mejor bájese del autobús. Por ahí no encontrará ni destino ni parada ni progreso. Si no, vea el retrovisor.
En el 72 CAP ganó saltando charcos, con largas patillas y su lema ese hombre si camina... A Luis Herrera le buscaron su Carlota Flores y el slogan, dónde están los reales o es esto correcto. Lusinchi con un SI en el medio del apellido, ocultó sus vicios, y El Tigre Fernández no pudo -aun durmiendo en techos de cartón- con la oferta providencial del gocho para el 88. Realidades donde el poder se atrapaba con un bolero de Chelique Sarabia. Hoy la gente no come con música, sino con la máxima de "déjenme trabajar en paz".
Chávez debuta en el 92, con su por ahora. Decreta el triunfo de la antipolítica y la muerte del bipartidismo. Gana en el 98 con un guión escrito: un presidente depuesto, dos golpes y un Caracazo. No era necesario un producto político, sino un liquidador político. Y Chávez lo personificó... 14 años más tarde el costo del error ha sido alto. Entonces, ¿cómo superarlo? ¿Pareciéndose a él? ¿Silenciando sus excesos? ¿Vistiendo tricolor, guayabera y remoliendo el mismo verbo clientelar? Alex Castellanos -politólogo norteamericano- advertía que la diferencia entre el anglo y el latino, es que a aquél no le importa que se quieran parecer a él, mientras que el nuestro se mofa y condena a quien lo calca. Ese ha sido el drama -populacho- de Borges, Fernández o López... y también fue la simpleza -deleznable- del Conde, y su laboratorio de piedra.
El problema de Capriles es que no quiere ser Capriles, sino ser otro Chávez... Asume el populismo con una melodía que no le rima. Y el pueblo lo huele, lo resiente y lo rechaza, porque no le calza que le traten de ignorantes y de gamberros. ¡Denle misiones que te darán votos!, a contrapelo de lo que espetó un campesino Barinés: "¡Radonski yo dejé de ser chavero, porque lo quitao y regalao, no paga... denos crédito, tierra y seguridad, que nosotros ponemos lo demás!
Escuche al pueblo Henrique. El camino no es lisonja, ni propaganda coplera. En horas de absolutez, generar hombres libres, es vencer. Eso se hace siendo innovador, no emulador. El camino es hablarle claro al país y movilizarlo para cobrar. ¿Y el CNE? No repita historietas entre jingles y chequeras. Si de lo que va es de misiones petro-asistenciales, mejor bájese del autobús. Por ahí no encontrará ni destino ni parada ni progreso. Si no, vea el retrovisor.
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